Quizá era eso lo que la vida
quería mostrarle…
Que más allá de intentar
llenar el vacío de su vida con la muchedumbre, necesitaba aprender a escucharse,
pues la soledad tenía además de una aparente frialdad, las respuestas que ella
tanto anhelaba, pero como el miedo a estar sola en la oscuridad era más grande
ella simplemente huía…
Se dio cuenta que había una
gran variedad de personas y entre ellas resaltó un grupo a las que denominó de
la siguiente manera: las de papel, las de cartón, las de yeso… y las que son de
una mezcla que para ella parecía extraña.
Cuando aún no era consciente
que debía estar sola para comprender que había dentro de ella, divagó por el
mundo encontrando una gran cantidad de personas del primer material nombrado,
estas personas eran pasajeras, eran volátiles y además eran inconstantes. La
única información que poseían era la que se encontraba en sus pieles de papel,
el problema con las personas de papel es que casi siempre la información que
guardan está escrita con tinta roja, por lo tanto si llenas todo el papel no
podrás meter o sacar más información de ellas…
Por suerte para ella, nunca
regaló mucha información a estas personas de papel, porque sabía que
probablemente no las volvería a ver…
Las siguientes personas eran
las que ella más frecuentaba, las personas de cartón, éstas personas a ella le
gustaban porque eran un poco más sólidas en sus discursos, más firmes y un poco
más cálidas a la hora de escuchar, casi todas las cualidades del cartón…
acobijan, no por mucho pero lo hacen. Para ella estas personas eran perfectas
para dar consejos inmediatos, para salir de aprietos inmediatos y para quizá
una taza o dos de té y adiós…
Con el tiempo las personas
de cartón dejaron de ser frecuentes, como si las fábricas prefirieran otro
material debido a que ella se dio cuenta que no eran lo suficientemente sólidas
para estar a su alrededor, así que en ese justo y preciso chasquido de sus zapatos
al andar entre los parques y calles, paulatinamente encontró a las personas de
yeso. Las personas de yeso eran fascinantes para ella, eran tan sólidas como
ella necesitaba que lo fueran, eran tan blancas como un lienzo a su disposición
para ser dibujado con muchos colores, éstas personas siempre se llevaban lo
mejor y lo peor de ella, eran como si fueran esponjas y ella amaba esa cualidad
de estas personas porque simplemente estaban ahí para escucharle, sin embargo
como en cualquier producto siempre habrá un margen de inconformidad, ella
descubrió que a pesar de que podía avivar la apariencia de estas personas con
miles destellos, ellas por dentro seguirían siendo blancas, frías y eran duras
pero se quebrantarían con el tiempo…
Así anduvo un largo tiempo,
pintando aquí, allá… quebrando personas, reparando otras tantas. Su vida se
estaba convirtiendo en la mezcla de todos estos materiales sin encontrar
respuesta alguna a su vacío, era tan monótona tan gris como la ciudad, ya había
perdido interés en contar y pintar una vida como lo hacía con las personas de
yeso, o en salir de un inmediato aprieto con los consejos de alguna persona de
cartón, o quemar a las volátiles personas de papel. Ya no le interesaban más
porque sentía que dejaban de sorprenderla y que estas solo estaban a su entera
disposición sin oportunidad a reclamar.
Una gris tarde mientras
llovía, por primera vez vio que las personas de papel, cartón y yeso no huían,
se quedaron unas inmóviles, otras simplemente caminaban, y así cada una de estas
personas se derretía, el papel era el más fácil en dañarse con las grandes
gotas, así que había un enorme río de tinta roja por la ciudad, las personas de
cartón solo se sumergían y se iban fragmentando poco a poco y a las de yeso,
esas eran las más tristes, unas corrían y tropezaban, caían y se rompían, otras
se les caían todos los destellos que ella había dibujado y se iban derritiendo.
Ella no entendía porque
actuaban de esta manera, pero entre lágrimas y desidia dio una respuesta, quizá
la vida se había dado cuenta que ella estaba aburrida de frecuentar los mismos
prototipos de personas y ahora simplemente destruiría todas esas personas
porque a ella ya no la sorprendían.
Llovió toda la noche y ella
solo veía por la ventana las grandes gotas, así se fue a la cama sin cuestionar
más y sin quejarse de la soledad y la oscuridad por primera vez en su corta
vida, aceptó y cerró sus ojos hasta su amanecer.
Esa madrugada en su intento
por no abrir los ojos para dejar de temerle a la oscuridad, se sumergió en un
mundo alterno de sueños y pesadillas, algunos eran felices y otros no tanto,
pero hubo uno que fue el que la despertó.
En su sueño ella veía venir
a una persona que no era ni de papel, ni cartón y mucho menos yeso, no, esta
persona parecía ser del mismo material de ella y ella no sabía de qué material
estaba hecha solo sabía que era distinta al resto de personas…
En el sueño esta persona de
esa extraña mezcla se acercaba a ella la miraba a los ojos, sonreía y seguía
caminando. Ella se desesperó y lo siguió tratando de detenerlo y saber quién
era, logró su objetivo. Él se volteó y sonriendo le respondió, “Sentimientos”
eso eres tú.
En la mañana cuando
despertó, se propuso encontrar esta clase de personas que parecían casi
extintas, personas igual que ella, con miedos, sueños, esperanzas, sentimientos
y sobre todo pasiones!
En el matutino recorrido que
hacía a la ciudad, mientras pateaba una vieja lata, en uno de sus torpes
lanzamientos y sin mirar hacia al frente, algo o alguien devolvió con la misma
fuerza la lata que ella lanzaba sin destino alguno. Sorprendida inmediatamente
levantó la cabeza y para su sorpresa era aquel que en su sueño se presentó, él
solo sonrió la tomó de la mano y caminaron durante toda la tarde hacia los
cerros de la ciudad donde todo se percibía mejor…
Fue entonces cuando ella
comprendió que hay personas que aparecen en el va y ven de la vida para
ayudarle a aclarar algunas ideas, para opinar sin pedir opinión, para apoyar
sin ser llamado, para escuchar sin necesidad de pedir ser escuchado estas
personas eran completamente distintas a todas las que ella conoció…
Entendió que la vida trataba
de decirle que todo estaba a su disposición, pero que no siempre iba a ser así
que todas las personas que ella conoció eran el reflejo de lo que ella había
creado en ellas y que si se sentía aburrida no era del mundo si no de ella, que
su eterno miedo a la soledad lo producía su inseguridad. Finalmente se hizo
amiga de la soledad y ya no estaba sola, no! Ahora se tenía a ella y a estos
seres de una mezcla extraña, sí! Igual a la de ella.
Vinctus Humanitas.